Deberíamos tomar en cuenta que aunque hablemos muchos (tanto a nivel individual como social) de la relevancia del compromiso no por hablar mucho de él conseguiremos que se convierta un referente de la vida social.
El compromiso no está de moda. De tanto alabar, demandar, rehacer el compromiso lo hemos finalmente dejado en el trastero. Nada es permanente y esta es una condición inherente a la vida, pero entre “una vida sin compromiso no es digna de ser vivida”, “hasta que la muerte nos separe” y lo que hoy vivimos en la mayoría de los ámbitos, empezando por la clase política, hay una distancia más que evidente, aunque todos seamos conscientes que en la vida proliferan los grises.
El compromiso genera confianza. Es una obligación asumida de forma voluntaria e incondicional. Pero más allá de su profundidad ética el compromiso se hace tangible con el concepto de contrato que como sabemos puede ser explicito (real/escrito) o implícito (psicológico). es inherente al concepto de contrato.
La vida social nos obliga a seguir convenciones que exigen diferentes grados de compromiso. En el mundo del deporte identificamos al compromiso como una actitud heroica. Los deportistas comprometidos son aquellos que “sienten los colores”, lo que “juegan lesionados” en definitiva aquellos que expresan sus sentimientos de pertenencia o los que son capaces de hacer sacrificios en beneficio del grupo. Sin embargo, el compromiso es mucho más terrenal: ser exigentes con nosotros mismos y fieles a la palabra dada, estar a la altura de lo que se espera de nosotros, no mentir ni engañar a los demás ni a nosotros mismos, Cualidades que hoy, lamentablemente no cotizan al alza.
Deberíamos hacer un esfuerzo social por dar valor al compromiso.
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