Hay un cierto consenso entre los especialistas en economía sobre el hecho de que las políticas económicas tienen 4 objetivos: crecimiento económico, estabilidad de los precios, equilibrio exterior y pleno empleo.
Suponiendo que estos criterios sean correctos para un no especialista en economía como yo mismo, no parece que nuestra política económica este dirigida a conseguirlos y hacerlo de una forma equilibrada. En materia de empleo, por ejemplo, y a pesar de los datos macroeconómicos muy favorables seguimos siendo incapaces de alcanzar los niveles de desempleo de los países de nuestro entorno y mucho menos ofrecer alternativas al colectivo, cada vez más creciente, de desempleados de larga duración.
Y no lo haremos mientras sigamos con una estructura económica a la que, por mucho que nos intenten convencer de lo contrario, no hemos sabido aplicar los cambios necesarios. Nuestro problema es que, aunque nos hemos aprovechado de determinadas circunstancias que son muy favorables en este momento coyuntural, no parece que hayamos hecho todo lo que había que hacer o que podía haberse hecho, en lo relativo a reducir el impacto que en nuestra economía tiene el “ladrillo y el sol”. Y aunque hemos avanzado mucho en los factores relativos a la internacionalización de nuestra economía seguimos suspendiendo en el impulso de la economía del conocimiento, la eficiencia en la gestión del sector público, la gestión de los procesos de formación y aprendizaje y sobre todo en lo relativo al proceso de cambio cultural que necesitamos hacer, sin ninguna duda, para pasar de una economía subsidiada a otra basada en la iniciativa individual.
Lamentablemente esto no se improvisa. Y aunque algunas de nuestras empresas y organizaciones estén haciendo un esfuerzo titánico en el desarrollo internacional y en la gestión del conocimiento los retos siguen sin ser afrontados y mucho menos superados. Y me refiero a los relativos al impulso de los cambios en los sistemas de gestión de la formación y el aprendizaje, la gestión más inteligente y menos hipócrita de los flujos humanos, y el desarrollo de políticas activas de empleo más eficientes. No son, sin duda, tareas fáciles, y mucho más cuando tenemos la sensación y la certeza de que no tenemos una clase política realmente interesada en afrontarlas.
Seguimos con realidades de alta complejidad ue están lejos de poder ser atacadas positivamente. En contraposición a unos datos macroeconómicos favorables seguimos, centrándonos en el ámbito del empleo, con niveles de desempleo que son el doble de los que registran otros países de nuestro entorno. Una fotografía de la situación (EPA a 31/12/2024) puede ser la siguiente:
- Nuestra tasa del desempleo es cercana al 11% lo que supone un total de 2,5M de personas. Si, es un buen dato en la serie histórica, pero sigue siendo el doble de los que muestran los países de nuestro entorno.
- El total de desempleados de larga duración es de 977.000 personas equivalente al 38% del total. Es decir tenemos entre nosotros casi 1M de personas cuya expectativa de acceder a un empleo es prácticamente nula.
- El número de hogares con todos los miembros en situación de desempleo asciende a 850.000. Un dato que muestra como la desigualdad social no ha hecho más que profundizarse en los últimos años.
Para ayudar a resolver este problema se nos quiere vender que ya estamos trabajando para conseguir cambiar nuestro modelo productivo, incrementar la productividad o potenciar la cultura del emprendimiento. Objetivos muy loables pero que exigen capacidad, esfuerzo, tiempo, esfuerzo y cuidados. Y también un cambio de mentalidad. Recordemos que hasta hace poco hemos sido los primeros en los ranking de la UE relativos al concepto de “no innovación” y que seguimos suspendiendo la asignatura de la productividad.
Nuestro mercado de trabajo está enfermo y muchos creemos que adolece de una enfermedad crónica.
Para su tratamiento deberíamos de poner en marcha una serie de cuidados paliativos en forma de contrato único, medidas de flexibilidad, cambios culturales en los criterios de la negociación colectiva, nuevos mecanismos de gestión en el Sector público y una gestión más eficiente de las políticas activas de empleo. Pero seguimos empeñados en mostrar/mostrarnos que no somos capaces de curarlo mientras nos ocupados en otros temas/problemas.
Las curas, como venimos mostrando en la Fundación Ergon, podrían aplicarse sin grandes cambios legislativos (inviables objetivamente por otra parte) y pasan por aplicar medidas de bajo coste, impacto inmediato y evaluación simple en las 4 grandes áreas que hemos identificado en estas líneas: Innovación y modelo productivo, formación y aprendizaje, impulso a la capacidad emprendedora, sector público, políticas inmigratorias y políticas de empleo. Deberíamos revelarnos colectivamente ante situaciones como las que hoy vivimos y soportamos, a título de ejemplo, en el ámbito de la llegada de inmigrantes irregulares a las Islas Canarias. ¡Un claro ejemplo de nuestra ineficiencia colectiva!
Necesitamos un esfuerzo de todos y todas continuado y dirigido en la dirección adecuada. Es indudable que sin trabajar en los factores señalados no nos quedará otro futuro que ser más pobres de lo que hemos sido en el pasado y legar a las próximas generaciones una realidad que probablemente no queríamos para nosotros mismos. ¡No sé si vamos a ser capaces de evitarlo!
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