He estado leyendo en las últimas semanas el manual de Arthur Battran cuyo título coincide con el del presente post y que fue publicado por Granica en el año 2001.
El autor describe los hitos que están conformando la concepción que los líderes empresariales y políticos tienen sobre el mundo en que vivimos y que colisionan abiertamente con la realidad y que, en muchas ocasiones, no toman en consideración que los principios más consolidados en materia de gestión se desmoronan paso a paso.
Para el autor, uno de los exponentes de la teoría de la complejidad, estamos modificando radicalmente la visión que se tenía hasta finales del siglo XX sobre las organizaciones, que han pasado a ser casi seres vivos debido a la necesidad de adaptarse de forma permanente a los cambios que plantea el entorno y a la necesidad de achatar sus estructuras.
En las organizaciones tradicionales (siglos XIX y XX) el objetivo fundamental era el de establecer criterios y procedimientos que permitieran reducir la complejidad creando escenarios previsibles y de fácil gestión. Hoy el impacto de los cambios en el entorno y el incremento constante de la información (datos) hace que nada sea previsible y que se desborden los procesos y los sistemas estructurados para tratarlos.
Para corroborar el desarrollo de la complejidad en las organizaciones sólo hace falta recordar alguna de las máximas que el autor señala en su texto.
- La economía nunca alcanzará el equilibrio. El mercado no sabe cómo hacerlo mejor.
- El conocimiento puede crear más de sí mismo.
- Los sistemas ordenados no entran por si solos en una fase de caos.
- Nadie actúa racionalmente en sus decisiones económicas.
- Es imposible asignar límites claros y permanentes a nada.
- Nadie está a cargo de internet.
- Las ideas no se propagan a través del pensamiento racional.
Evidente no hay respuestas fáciles. Lo dicho estamos en el mar de la complejidad.
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