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¡Que en el año nuevo asumamos el compromiso de construir puentes! y que seamos capaces de romper los muros que hemos creado en los últimos años.

2025 nos ha demostrado que no basta con adaptarse: necesitamos ser capaces de modificar muchas de las dinámicas en las que vivimos. La revolución tecnológica acelera los procesos, pero también deja al descubierto muchas de nuestras fragilidades. 

En mi mensaje del año 2024 os decía que “el futuro no es lo que va a ocurrir sino lo que vamos a hacer” Una frase que suponía una llamada a asumir el reto de afrontar y resolver los problemas que tenemos por delante y que, como os recordaba, ponían y ponen en cuestión el futuro de nuestra especie.

Afirmaba también que “Vamos a un mundo mucho más complejo con muchos cambios. En la ética, en las normas, nuevos modelos de relación, de actividad, de empleo, de familia Sabemos que en el futuro nada será igual pero no sabemos cómo será. ¡Hay quien dice que el cambio será brutal!”


Un año después todo sigue, lamentablemente, más o menos igual (algunos incluso piensan que peor). 2026 no debería ser el año del algoritmo, sino el año de la lucidez colectiva: de entender que el futuro no se programa, se cultiva.


Finaliza 2025 y hemos conseguido sobrevivir a la automatización, al incremento del control por parte de las plataformas, al impacto cada vez más evidente del cambio climático, y a la confusión ante los nuevos modelos laborales, sociales e incluso generativos.  También a los conflictos territoriales, y a los populismos de todo tipo. Sobrevivimos pero seguimos sin afrontar y sin resolver las cuestiones esenciales; ¿Cuál es el sentido de nuestra existencia?, ¿Dónde vamos? y ¿Qué nos espera en el futuro?. Mientras que, en el ámbito en el que desarrollo mis actividades profesionales y que además forma parte del propósito de la FUNDACION ERGON cabe preguntarse ¿Por qué trabajamos? y ¿Cuál es el futuro de lo que hoy describimos como trabajo?

En 2026, deberíamos de seguir aprendiendo a escuchar a las personas, a los datos, al cambio climático….. Y también pensar que los conflictos humanos pueden resolverse sin la necesidad de matarnos unos a otros. Esperemos que con su llegada demos un paso para imaginar escenarios en los que la humanidad sea capaz de entenderse y colaborar, y una vez imaginados tener la motivación necesaria para construirlos. Finalmente, en los ámbitos laborales esperemos ser capaces de diseñar el trabajo del futuro en un contexto en el que la innovación vuelva a significar lo que nunca debió dejar de ser: hacer posible lo necesario. Mientras que cada dato, decisión y proyecto sirvan para tejer un trabajo más justo, más inteligente y humano.

¡Que en el año 2026 construyamos puentes y no muros!

El futuro no está escrito. ¡Lo podemos y debemos construir entre todos!