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La política española es tan destructiva como el virus. Contra éste llegará una vacuna, pero contra el veneno español no parece que haya remedio. Si no hacemos algo, esta gente va a hundirnos a todos.

En septiembre del 2020 Antonio Muñoz Molina escribe en el País un artículo accesible en https://elpais.com/opinion/2020-09-26/la-otra-pandemia.html#?sma=newsletter_alerta20200927 que tomo como inspirador para escribir este post.

En unas fechas en las que vamos a tener a nuestra clase política ocupada en el esperpento de la moción de censura, a la que muchos ciudadanos no le vemos ningún sentido, creo que las reflexiones de Antonio no tienen desperdicio. Mientras que conseguimos superar el impacto y los efectos de la pandemia sanitaria en un corto plazo de tiempo, no parece que vamos a tener la misma suerte con los efectos de la -otra pandemia-. Aunque el comentario, recordemos está escrito en 2020, en plenos efectos de la crisis sanitaria resulta ser, lamentablemente, perfectamente aplicable a la situación actual. 

“A cada momento la política española se va volviendo más tóxica. (vivimos el espectáculo) cochambroso de la discordia política, de la ineficacia aliada al sectarismo, de la irresponsabilidad frívola (….) La política española es tan destructiva como el virus. Contra el virus llegará una vacuna, (recordemos que es un texto de 2020) e irán mejorando los tratamientos paliativos; contra el veneno español de la baja política no parece que haya remedio (….) Pero la clase política española, los partidos, los medios que airean sus peleas y sus bravatas, viven en una especie de burbuja en la que no hay más actitud que la jactancia agresora y el impulso de hacer daño, y el uso de un vocabulario infecto que sirve sobre todo para envenenar aún más la atmósfera colectiva, para eludir responsabilidades y buscar chivos expiatorios, enemigos a los que atribuir las culpas de todos los errores”.

“Es el virus el que mata, pero mataría muchísimo menos si desde hace muchos años la incompetencia, la corrupción y el clientelismo político no hubieran ido debilitando las administraciones públicas, expulsando de ellas a muchas personas capaces, sumiendo en el desánimo a las que se quedaban, privándolas de los recursos necesarios que acaban dilapidados en privatizaciones tramposas o en nóminas suntuosas de parásitos»


El buen gobierno, la justicia social, necesitan de una administración honesta y eficiente. Las mejores intenciones naufragan en la nada o en el despropósito si no hay estructuras eficaces y flexibles y profesionales capaces de gestionarlas. 


«Un logro tan necesario como el ingreso mínimo vital queda empantanado por la indigencia de una administración desbordada. España es un país de discursos sonoros y de teléfonos oficiales que no contestan nunca, de asesores innumerables y centros de salud en los que falta material sanitario y hasta de limpieza”. Son muchos los que “nos dan confianza en la solidez de nuestro país, más meritoria porque se mantiene en lo posible a pesar de un clima político destructivo y estéril, de una clase política en la que sin la menor duda habrá personas honradas y capaces, pero que en su conjunto, en la realidad cotidiana de su funcionamiento, se ha convertido en un obstáculo no ya para la convivencia civilizada, sino para la sostenibilidad misma del país, para la supervivencia de las instituciones y las normas de la democracia»

Los políticos no sólo se «muestren cada día incompetentes o irresponsables en la gestión de los problemas que nos agobian; es que se dedican activamente a agravarlos, impidiendo cualquier forma de acuerdo constructivo, y con mucha frecuencia a crear otros que solo existen porque ellos los han inventado, a fin de echar más leña al fuego de la bronca diaria. (…) Viven tan encerrados en sus intereses que no tienen capacidad de dirigirse con generosidad y elocuencia al común de la ciudadanía que representan, y de la que viven. Hablan en público y solo les hablan a los suyos. Por perjudicar al adversario son capaces de sabotear lo que sería beneficioso para la mayoría. En lugar del debate público, del intercambio de ideas, de la búsqueda de mejoras prácticas, prefieren el circo venenoso de las redes sociales, que son el juguete y el escaparate al que todos ellos se han afiliado”.

Unas reflexiones que finaliza de la forma siguiente: “No sé, sinceramente, qué podemos hacer los ciudadanos normales, los no contagiados de odio, los que quisiéramos ver la vida política regida por los mismos principios de pragmatismo y concordia por los que casi todo el mundo se guía en la vida diaria» Aunque «si no hacemos algo más esta gente va a hundirnos a todos».

Evidentemente el tono del mensaje muestra una agresividad que puede incluso parecer excesiva… ¡pero no le falta razón!.