Deberíamos de ser capaces de anticipar cuáles son las tareas que los humanos vamos a desarrollar en el futuro y particularmente cuáles serán las competencias y habilidades que éstas nos exigirán.
He aquí un breve análisis de los elementos que probablemente configuran este contexto:
La primera es la profesionalización de todas las actividades laborales.
Hasta las tareas más simples requerirán un elevado nivel de profesionalización, entendida como la posesión de conocimientos sólidos de las tareas necesarias para producir un producto o un servicio y la disponibilidad de las competencias necesarias para resolver con solvencia los puntos críticos e incidencias de una actividad profesional, incluida la polivalencia que facilite la adaptación a las nuevas situaciones que puedan sobrevenir.
La segunda la necesidad de actualización permanente de conocimientos y competencias.
Que nos ha de permitir no quedar desfasados ante los posibles cambios y transformaciones de la actividad económica y que comportará un continuo proceso de aprendizaje y desaprendizaje que implica a los individuos pero que también condicionará el futuro de las instituciones educativas.
La tercera es la asunción individual del control de la evolución de la propia carrera profesional.
En un entorno flexible y cambiante este control debe de ser asumido de forma individual. Dejarla en manos de terceros puede resultar contraproducente o como mínimo ser arriesgado. Los individuos deberán asumir la dirección de su vida profesional con un buen conocimiento de sus capacidades e intereses, trabajando activamente para conocer y controlar su entorno laboral, definiendo sus metas y objetivos y sabiendo provocar y aprovechar las oportunidades.
Más allá de las tareas concretas que se desarrollen y entre las que destacarán aquellas que tengan un componente de servicio, estos tres elementos (capacidad, actualización y control) esbozan un prototipo de trabajador capaz de adaptarse con éxito a los cambios. Un hito relevante que exige responsabilidad personal y compromiso social y político.
El futuro, que vamos a construir entre todos, aunque con niveles de responsabilidad diferente, nos exige hallar las respuestas a cuestiones como:
- ¿Cómo reorganizamos la oferta formativa, especialmente la formación profesional?,
- ¿Cómo dotamos a las personas de las capacidades de polivalencia que precisan los nuevos entornos laborales?,
- ¿Cómo podemos generar incentivos para que éstas tengan la motivación suficiente para la actualización constante de las competencias profesionales,
- ¿Cómo regulamos los tiempos y los formatos que se destinen a adquirir los nuevos aprendizajes?,
Y la última: ¿Cómo dotamos a los individuos de la capacidad para gestionar su propia vida profesional?
Aunque no nos atrevamos a anticipar las tareas concretas estoy plenamente convencido de que éstos son los principales retos que plantean las nuevas realidades laborales que nos esperan en este próximo futuro.
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