No podemos evaluar a los algoritmos con los mismos criterios con los que medimos y evaluamos a la inteligencia humana.
Nuestro cerebro actúa de una manera determinada: no tenemos una gran memoria, nuestra capacidad de interrelación de datos no es lineal y nuestra inteligencia esta claramente afectada por factores subjetivos e impredecibles. Relacionamos las cosas y las situaciones en base a experiencias y motivaciones individuales. Dos seres humanos pueden sacar conclusiones diametralmente diferentes de un mismo conjunto de datos.
No tenemos ninguna certeza sobre la validez e idoneidad de las formas y métodos que utilizamos para evaluar a los seres humanos (exámenes y test). Al contrario si que existe un consenso en el sentido de que muchos de ellos son absurdos y contraproducentes y podrían ser incluso más adecuados para evaluar a la Inteligencia Artificial que la Inteligencia Humana. A modo de ejemplo: las formas que utilizamos para cualificar y evaluar a un/a candidato/a a juez, basadas en la memoria, no resultan ser las más apropiadas en la medida que se restringen a una capacidad que no es, propiamente, la más relevante para el desempeño de su labor posterior en la que destacan elementos como la capacidad de relación y la resilencia individual. Hoy éstas capacidades (intrínsecas a la inteligencia humana) no forman parte de las que se usan para evaluar la idoneidad para el ejercicio de actividades como las de un médico o un juez.
En las relaciones humanas y fundamentalmente en las de carácter profesional nuestra memoria tiene su propio algoritmo: normalmente tendemos a recordar lo que es más reciente y lo que nos resulta más habitual. De ahí que muchas evaluaciones para el acceso a distintas actividades profesionales (SAT, GMAT o MIR) sean adecuadas para medir la memoria de los/las candidatos/as pero totalmente inadecuadas para predecir su competencia profesional.
Confrontar a un algoritmo con unos tipos de pruebas que adolecen de graves errores de diseño para evaluar las capacidades humanas nos puede llevar a obtener conclusiones sin sentido. Si almacenamos un número ingente de respuestas en una base de datos, el algoritmo será perfectamente capaz de devolverlas, cuando sea requerido para ello. Es una inteligencia que podríamos denominar primaria: Almacena, Organiza y Recupera.
Los algoritmos nos van a hacer mucho mejores a la hora de incrementar nuestra capacidad para gestionar procesos y tomar decisiones (gracias a poner a nuestro alcance respuestas basadas en la gestión de un repositorio de datos y del análisis de las respuestas anteriores a situaciones similares) sin embargo no es previsible que, dispongan de capacidades para sustituir a la inteligencia humana.
En definitiva, debemos de evitar y abandonar los argumentos sensacionalistas y catastrofistas que se reflejan en argumentos como “ChatGPT ha superado el MIR o el BAR” con lo que ya podemos sustituir a los médicos y a los abogados. No tienen ningún sentido.
Nota final. Las reflexiones que expongo en este post están inspiradas en las que Enrique Dans formula en El absurdo conceptual de evaluar a los algoritmos como a los humanos » Enrique Dans
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