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Es posible que el proceso de sustitución de trabajo humano por la actividad que desarrollen los robots u otros mecanismos basados en la Inteligencia Artificial venga unido a otro en el que consolide la tendencia a la baja calidad de los empleos que seamos capaces de mantener.

En el primero de los post de esta serie accesible en ____________________ constataba como vivimos una tendencia que parece irreversible dirigida a que una parte de los empleos que vamos a poder mantener van a ser para desarrollar actividades sin mucho valor añadido, que no van a poder ser realizadas de forma eficiente por parte de los robots y los mecanismos basados en la inteligencia artificial y que se desarrollarán en entornos de baja calidad en el empleo tanto en sus aspectos contractuales como retributivos.

Deberíamos de rebelarnos ante esta tendencia. No podemos admitir situaciones que resulten más cercanas al siglo XIX que al XXI, aunque conviene tomar en cuenta que entre el siglo XIX y el siglo XXI han ocurrido muchas cosas, pero ambos se escriben con los mismos signos cambiados únicamente de lugar. 200 años, 8 generaciones y muchos cambios después debemos exigir que el futuro de la transformación en los entornos laborales no debe de pasar necesariamente por situaciones que son claramente una vuelta al pasado. La situación que describe Enrique no es más que una realidad que supone una explotación laboral que no deberíamos hoy de ver reflejada en nuestro propio entorno vital.

Si la flexibilidad y la capacidad de adaptación al cambio es un valor muy interesante y, en muchos casos, una buena propuesta de valor en la economía y una de las condiciones para que el progreso pueda desarrollarse, no podemos hoy construir esta flexibilidad basándonos en la desprotección, la consolidación de situaciones irregulares, o la pura explotación.  


No es esta la nueva “cultura laboral” que deseamos que se ponga en marcha hoy, ni ser la consecuencia inherente a los procesos de transformación y de introducción de la inteligencia artificial.


Una demanda perfectamente trasladable a la exigencia de mayores niveles de responsabilidad en determinadas decisiones empresariales (que no pueden estar centradas únicamente en la obtención de resultados a corto plazo) y un mayor compromiso de los ciudadanos y consumidores en el uso/compra de bienes y servicios. No podemos poner puertas al campo, pero una vez en él deberíamos de saber conjugar una posición abierta sobre la implantación de las nuevas realidades con la de regularlas estableciendo mecanismos compensatorios que faciliten el desarrollo humano.