En los dos primeros post de esta serie analizo el impacto de los resultados de las elecciones del pasado 23 de Julio en la resolución del problema que me atrevo a definir como «bucle catalán».
Un bucle que se mantiene y retroalimenta desde hace muchas generaciones y que ya sabemos que no tiene una fácil solución.
Volviendo a los problemas estructurales conviene recordar que en estos días se cumple el V aniversario de los hechos ocurridos en 2017. ¡5 años en los que muchas cosas han cambiado pero que en el fondo todo sigue igual! Escribí en mayo del 2018 en http://pauhortal.net/blog/sense-claredat-no-hi-ha-futur/ al respecto que “el motor del proceso no ha sido la clase política sino la ciudadanía y que éste se había fundado en 4 realidades. A saber: la falta de madurez y compromiso de la clase política para analizar los costes de transición (y no me refiero simplemente al concepto de costes económicos). La presencia de una masa social insuficiente para que el proceso pudiera superar todos los retos que tenía por delante (..) La inexistencia de un apoyo político y financiero internacional (sin ellos íbamos claramente dirigiéndonos al fracaso), y el error cometido en el análisis de las posibles reacciones del Estado”,
Conviene hacer notar que es esta “cultura progresista” a la que hago referencia en el primero de los post de esta serie, la que se convierte en el fundamento básico de la posición que han adoptado muchos catalanes sobre el «procés», con independencia de su posicionamiento previo en términos de derechas o de izquierdas. Y la que permite entender las razones del apoyo mayoritario a la posibilidad de una consulta sobre el futuro. Recordemos que todas las encuestas indican que el 75/80% de la población manifiesta una posición favorable a la misma.
Y ello es así por las evidencias que hoy son casi certezas para muchos catalanes, con independencia de la línea política en la que se identifiquen. A saber: Barcelona nunca superará a Madrid por limitaciones impuestas por una estructura de Estado inflexible, jacobina e inamovible. El “pueblo catalán” (aunque cada vez sea más complejo y diverso) no se resignará a abandonar una postura contraria al mantenimiento de este concepto de Estado. La voluntad de superar un modelo de Estado que no comparten y en el que muchos no se consideran bien tratados o incluso menospreciados. Recordemos que la condescendencia es a menudo una reacción humana a una percepción de superioridad sobre el otro. Es lícito, legítimo y aceptable crear unas estructuras de gobierno y de gestión pensando que la centralidad es un buen sistema para el conjunto de ciudadanos, pero también lo es plantear la posibilidad de que un determinado colectivo y/o comunidad desee reformar este modelo si considera que éste ahoga sus anhelos de progreso.
Han pasado 5 años en los que muchos ciudadanos han perdido la confianza en las élites políticas, mientras siguen constatando como no se entiende o no se quiere entender lo que se vive y se percibe en Catalunya. Como afirmaba también en http://pauhortal.net/blog/catalunya-algunas-evidencias/ parafraseando a Antón Losada “Lo único cierto es que llega un momento en que aquello que se rompe no puede arreglarse, una certeza que vale para la cerámica, la mecánica, la medicina o la política”.
Y por cierto, retornando al título de estas reflexiones. Seguimos instalados en una de las curvas del bucle catalán. Un bucle en el que los acuerdos sobre el uso de las lenguas oficiales del Estado en el órgano de la representación popular, la posible amnistía, y ……. pueden ser avances que conviene aprovechar, pero que no resolverán los problemas de fondo. No creo que sea necesario exponer mi criterio de que la solución no pasa por el “cuanto peor mejor” tal como hemos podido constatar el trayecto vivido para el que, visto el resultado final, probablemente sería aplicable el criterio de «para este viaje no hacían falta tantas alforjas».
Nota final: He escogido para este blog la imagen de la reunión que celebraron el lunes 09 de Octubre Sánchez y Feijoo en el marco del actual proceso de investidura. Se cumple lo «de una imagen vale más que 100 palabras» ya que no parece que ambos estén en la posición de entendimiento para atacar juntos los graves problemas con los que nos enfrentamos. Y entre ellos avanzar en la búsqueda de una salida para el «bucle catalán».
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