En el Foro de Davos, celebrado la pasada semana, que recordemos es el lugar en el que se encuentran las élites políticas, empresariales, financieras del mundo, ha ratificado el concepto de que estamos en un momento de transición.
Una transición sobre la que aunque no haya un consenso total sobre donde nos va a llevar sí que plantea un conjunto de retos que necesitamos/debemos afrontar.
El Foro ha tenido como logo el de “reconstruir la confianza”. Un participante observó que la tensión geopolítica, que ha estallado de forma desconocida en décadas, no tiene ningún viso de desaparecer hasta dónde llega la vista y ha formulando el planteamiento de que si el resultado final fuera el de “gestionar razonablemente la desconfianza”. Probablemente esto ya sería un gran logro.
Una desconfianza que se inicia en el momento de plantear las posibles soluciones a un diagnóstico común en el que se ha coincidido, incluso, desde perspectivas ideológicas diferentes. Sin embargo pocas han sido las propuestas que se han formulado para su solución.
La nueva normalidad:
Una nueva normalidad que cristalizó en un juego verbal con el concepto de normalización. Los participantes en Davos consideran que, a pesar de los impactos generados por la pandemia y los conflictos bélicos, incluido el de Palestina, la economía mundial ha mostrado una capacidad de absorción (resilencia) mucho más elevada de lo esperable. Sin embargo, el volumen y la relevancia de los hitos que tenemos que afrontar, desde la presencia de un entorno geopolítico con grandes dosis de inestabilidad, la realidad de la crisis climática y el uso de la inteligencia artificial configuran un escenario de alta complejidad que nos llevará a una normalidad distinta de la que hemos vivido en los últimos años.
Una situación en la que se hace imprescindible la necesidad de avanzar en una cierta gobernanza mundial aunque sea en los ámbitos económicos (en los políticos se considera imposible). Y que debería de centrarse en el impulso a las inversiones financieras globales con el objeto de proteger a los países más afectados al cambio climático y al encarecimiento de los tipos de interés, apoyar a los colectivos más expuestos al incremento de la desigualdad, y mantener un dinámica económica que corrija la descarnada competitividad entre las grandes potencias mundiales.
Riesgos geopolíticos
Al margen del riesgo que suponen los conflictos bélicos/territoriales se ha destacado el que resulta los que resultan del potencial de incremento de las actividades de control y desinformación masiva y que pueden suponer incluso una involución real en el desarrollo de la democracia a nivel mundial.
Un impacto que puede tener dos visiones: una cuantitativa, permitiendo la masiva creación de contenido sin que tenga que ponerse a ello un ser humano; otra cualitativa, con contenidos falsos de elevada calidad que pueden generar cambios de comportamiento en muchos colectivos sociales. Los temores son de calibre suficiente como para que, se haya planteado un llamamiento para abordar los riegos que la desinformación impulsada por las nuevas herramientas tecnológicas puede suponer sobre la cohesión social. La noticia adquiere una luz extraordinariamente inquietante si se considera la batalla económica que Estados Unidos y China libran en materia tecnológica, y muy especialmente en IA, que es fuente de graves fricciones entre ambos.
Cambio climático:
Se ha constatado que éste avanza inexorablemente sin que sepamos afrontar el problema de la forma adecuada. Los resultados de la COP 28 recientemente celebrada en Dubai han sido más que decepcionantes. En el FEM se señaló, una vez más, a los eventos climáticos que estamos viviendo como un peligro latente para la humanidad. Conviene recordar que 2023 ha cerrado como el más caluroso desde que se tienen datos sobre la temperatura a nivel mundial y en un periodo en la que se produjo una intensificación de las catástrofes climáticas.
El cambio climático está en la causa de los grandes movimientos poblacionales que va a producir grandes movimientos de personas, que con toda probabilidad se incrementarán. Más allá de los refugiados climáticos, vamos a librar -recordemos el concepto de acuerdos sobre la desconfianza- grandes tensiones por la primacía tecnológica, que acarrearán grandes debates sobre los impuestos globales a las fuentes de energía más contaminantes, o sobre cómo impulsar o de que manera la llamada economía sostenible.
Inteligencia Artificial
Lo que ya sabemos es que la evolución de la inteligencia artificial generativa va a comportar transformaciones de calado y riesgos que hoy son imposibles de medir pero que con toda probabilidad se convertirá en una de las transformaciones más revolucionarias dados por el ser humano. Los participantes en Davos han prestado una gran atención al tema tanto desde la perspectiva económica (con el aumento de la productividad y el impacto en el mercado laboral), regulatoria (acerca de si poner el acento en la protección o la innovación), geopolítica (como uno de los elementos decisivos en la definición del balance de poder) y científica (con la apertura de fronteras inconcebibles antes).
El propio Sam Altman lo asumió en su intervención. El impacto de la IA será “muy potente y no podemos decir con certidumbre qué ocurrirá. (Algo que) pasa con todas las grandes revoluciones tecnológicas, pero con esta en concreto es fácil imaginar los enormes efectos que tendrá en el mundo y que podría salir muy mal. Nosotros empujamos en una dirección tecnológica que creemos que es segura, pero empatizo con las preocupaciones”, Un escenario en el que toma mucha relevancia el debate regulatorio y en el impacto que su introducción suponga alteraciones lo menos disruptivas posibles del mercado laboral. Recordemos que en un informe del FMI al que haré referencia en un post posterior, publicado antes del inicio del Foro señalaba que hasta el 60% de los empleos de las economías más desarrolladas pueden verse afectados de forma sustancial por la irrupción de la IA.
Muchos empleos desaparecerán. Otros aparecerán, pero no necesariamente al mismo tiempo, y desde luego no necesariamente para las mismas personas y en los mismos lugares. Atenuar los efectos perniciosos de la revolución será un medidor de la cohesión y estabilidad de las sociedades futuras.
El legado de Davos 2024
Esta es una aproximación personal a lo que se ha planteado en Davos, foro en el que se ha reiterado la necesidad de que los líderes políticos y el sector público asuman un mayor protagonismo para estimular los cambios en positivo y atenuar los impactos negativos. Una necesidad que choca con los tiempos políticos de alta complejidad que vamos a vivir en este año en el que van a producir un gran número de procesos electorales (en condiciones más o menos democráticas) con lo que ello supone para la paralización de las acciones que estimulen los cambios positivos y atenúen los negativos.
La consecuencia no puede ser otra que el incremento de la desconfianza -otra vez este concepto- sobre la capacidad del sistema político mundial para tomar decisiones en la buena dirección y el hecho de que se produzcan movimientos empresariales dirigidos a dar mayor valor al concepto de seguridad que al de la eficiencia.
Nota: No he asistido personalmente a Davos pero si que he seguido alguno de sus debates en las redes sociales. Además para la elaboración de estas reflexiones me he inspirado en las que se han formulado en diferentes medios y particularmente en las crónicas publicadas por Andrea Rizzi en EL PAIS y particularmente en Davos se prepara para una nueva época de la economía mundial | Economía | EL PAÍS (elpais.com)
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