He aquí tres conceptos que espero van a evolucionar y mucho en los próximos años como consecuencia de la crisis que acabamos de vivir.
Asi iniciaba la primera de las versiones de este post escrito en 2013, titulado «Coherencia, Compromiso y Responsabilidad» accesible en el link http://pauhortal.net/blog/coherencia-compromiso-y-responsabilidad/
Sigo haciendo referencia al post citado. “En particular el concepto de compromiso (entendido como el grado de vinculación de un individuo con un objetivo sea propio u organizativo) todavía debe evolucionar y madurar. Es necesario ponerlo a prueba, someterlo a crítica. Para ello la mejor fórmula es preguntarnos: «¿compromiso con qué?», «¿compromiso para qué?». En todo caso es evidente que si una organización no es capaz de alimentar y desarrollar el compromiso de sus empleados está claramente abocada al fracaso. Nunca se podrá demandar altos niveles de compromiso en las organizaciones si esta demanda no va unida, necesariamente, a factores como la coherencia y la responsabilidad”. Actitudes demandadas, fundamentalmente a los líderes empresariales y/o políticos.
Y lo que es válido para las organizaciones (en general) resulta evidentemente aplicable al entorno social.
Y, tengo que decir que no estoy realmente convencido de que estemos gestionando todo lo relacionado con la crisis del Covid19 bajo estos criterios.
Xavier Marcet
David Zinger uno de los gurús más reconocidos de la motivación y del compromiso ha formulado predicciones sobre la evolución del concepto de compromiso. La que considero más relevante y que ya destacaba en el post de referencia es la siguiente “El compromiso dependerá cada vez más de la autenticidad que los individuos perciban en la organización, sus líderes y el resto de personas que la forman y de la visión que ellos tengan sobre la legitimidad de los objetivos organizativos y su compromiso social. Sin autenticidad difícilmente habrá compromiso y como consecuencia éxito”.
Tengo la sensación de que se están cumpliendo a rajatabla sus predicciones. Me encantaría que nuestros líderes tomen en cuenta este hecho para el análisis, las propuestas y las estrategias de gestión de esta crisis. Todos deberíamos ser capaces de aceptar el error (entre otras razones porque no existen ni tenemos experiencias previas sobre la gestión de una crisis de esta naturaleza), pero en cualquier caso deberían de hacerlo con transparencia y con voluntad de desaprender. De su éxito depende nuestro futuro.
Recordar que todo esto está basado casi al 100% en lo redactado en 2013 cuando ya comenzábamos a ver la salida de la crisis anterior. Y, la pregunta es ¿Qué hemos aprendido?
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