Desarrollar una nueva competencia es una oportunidad que -por sus riesgos- afecta a nuestros valores personales y a nuestros hábitos de actuación. Sólo podemos plantearnos un cambio si somos capaces de visualizar las ventajas que nos aporta.
Y esto sólo se producirá si conseguimos desmitificar los fantasmas asociados al comportamiento inicial. Y es que para ponernos unos zapatos nuevos, necesitamos despojarnos antes de los viejos.
Como muchas veces no nos es posible encarar este cambio a través de nosotros mismos, necesitamos la ayuda de alguien que nos ayude a superar nuestros propios mecanismos de defensa. Por ello, considero que invertir en formación y desarrollo sin contar con un punto de partida objetivo por parte del participante, sin contrastar los resultados con un observador independiente, sin investigar las razones que puedan impedir la incorporación de las habilidades que se buscan y sin un refuerzo posterior para romper los hábitos instalados y consolidar los nuevos comportamientos es dejar las probabilidades de éxito al azar.
Los programas de coaching aportan los elementos necesarios para abordar estas situaciones con garantías de éxito. Pero tratándose de coaching ni es oro todo lo que reluce, ni todo el mundo necesita chocolate.
¿Has sido objeto de un programa de coaching a lo largo de tu trayectoria profesional? ¿Cuál es la valoración que haces sobre él?
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