Leí recientemente que la dignidad se puede definir como “aquello inexpropiable que hace al individuo resistente a todo, incluso al interés general y al bien común”.
No comparto esta afirmación pero si el criterio de que, ante el próximo 11 de Setiembre (mañana) y la Sentencia del Tribunal Supremo, lo que hoy los catalanes tenemos es simplemente un problema de ‘dignidad’. Y lo digo cuando todos somos conscientes del cansancio generado por una ‘clase política catalana’, más preocupada por el corto que el largo plazo, e incapaz de reconocer públicamente los errores cometidos, cuando desde el Estado lo único que se tiene como referente son los conceptos de represión y castigo, y cuando constatamos que, al margen de que no existe una visión clara ni una estrategia de donde ir ni de que hacer, ésta no es además compartida por la mayoría de sus representantes.
Estoy plenamente de acuerdo con las ideas que Francesc Marc Alvaro expone en La Vanguardia en un artículo accesible en https://www.lavanguardia.com/politica/20190902/47125115475/la-repeticion-imposible.html? cuando plantea que el debate de hoy entre las dos grandes opciones políticas “es una discusión irrelevante aunque ruidosa y cansina, que sólo sirve para que unos y otros calienten motores de cara a las futuras elecciones» Mientras que unos lo que pretenden es mantener la tensión para prolongar el relato de la unilateralidad otros se esfuerzan en construir un gran partido ejemónico y aprovechar el terreno institucional a todos los niveles. En definitiva tácticas cortoplacistas que poco tienen que ver con los objetivos que ‘en teoría’ definían el objetivo independentista.
Desconozco hoy cómo será la manifestación de mañana y cuál será la reacción social a una Sentencia que, probablemente, será dura por una voluntad ejemplarizante frente a posibles acciones futuras. Pero es previsible que esta reacción este en el terreno de lo ‘simbólico’ y sea incluso mucho más ‘civilizada’ de lo que, y estoy convencido de ello, se desearía desde determinados ámbitos del Estado.
He revisado lo que escribí sobre la situación en Catalunya en los dos últimos post publicados sobre este tema. Son post escritos el 7 de Setiembre del 2017 y el pasado 17 de Enero del 2019. Textos accesibles en http://pauhortal.net/blog/catalunya-algunas-evidencias/ y http://pauhortal.net/blog/50-a-200-o-una-altra-fi-del-mon-es-possible/. Unos textos en los que me reitero y que resumen la que creo que es mi posición personal sobre este ‘problema’.
En ambos post reflexiono sobre el conjunto de elementos que, desde mi punto de vista, integran una situación compleja y concretamente en el último comparo la situación del Estado con los de una organización que tiene una parte de sus integrantes poco motivados y comprometidos con un objetivo común. No creo que esta comparación sea errónea o no tenga sentido, y todos somos conscientes de que ésto puede llegar a ser muy grave a largo plazo. A corto tenemos a un colectivo cansado, con poco interés en el objetivo común, y que lo único que reclama es un tratamiento basado en el principio de DIGNIDAD.
Si fuera así las cosas irían, sin duda, mucho mejor….
Cómo os he dicho reiteraros que no comparto la definición del concepto de DIGNIDAD que figura en el primer párrafo de este post y que me gusta la que aparece en la Wikipedia que propone la siguiente: “la cualidad que hace referencia al valor inherente al ser humano por el simple hecho de serlo en cuanto ser racional dotado de libertad”.
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