La capacidad de aprendizaje es una de las cualidades básicas del ser humano. El pasado 15 de Febrero Marius Carol publica en la Vanguardia un editorial en el que hace referencia al libro de Thomas Friedman que con el titulo «Gracias por llegar tarde» acaba de publicar Deusto.
En este artículo, bajo el título de “fracasar rápido” y al que podéis acceder en el link siguiente http://www.lavanguardia.com/opinion/20180215/44788843987/fracasar-rapido.html se plantea el dilema siguiente: “el mundo actual necesita entre diez y quince años para comprender una nueva tecnología y redactar normativas para proteger a la sociedad, mientras las tecnologías desaparecen en un plazo de entre cinco y siete años”. Lo que supone que no seamos (ni individual ni socialmente) capaces de adaptarnos al ritmo con el que hoy se están generando nuevas innovaciones tecnológicas. Cuando hemos conseguido asumirlas éstas ya han sido superadas por nuevas innovaciones.
He escrito sobre ello en repetidas ocasiones. Por ejemplo en http://pauhortal.net/blog/transformacion-lo-que-nos-espera/ Un post en el que hago referencia a lo publicado por David Reyero en http://davidreyero.com/mis-temas/10-paradojas-del-mercado-de-trabajo-actual-impacto-en-resultados-y-compromiso-laboral/ y en el que expone que “Vivimos en un mundo contradictorio que plantea grandes oportunidades de prosperidad, desarrollo y felicidad profesional y a la vez amenazas significativas de “descarrilamiento” en cuanto a insatisfacción profesional y crisis empresarial….. «. Un mundo condicionado por las dos velocidades que propone Marius. A saber: la de la velocidad de la innovación frente a nuestra capacidad personal, organizativa y social para asumirlas. Un mundo en el que siguiendo a David debemos «salir de nuestra zona de confort (…) para seguir siendo competitivos en un contexto donde los conocimientos se vuelven obsoletos cada vez más rápido y las estrategias hay que actualizarlas con gran frecuencia”.
En este sentido quiero simplemente proponeros reflexionar sobre el hecho de que la capacidad de aprendizaje del ser humano es ilimitada, tanto como la capacidad de sorpresa.
Si pudiéramos volver atrás tan sólo 17 años (año 2000, cambio de siglo) constataríamos que eramos probablemente incapaces de visualizar muchas de las cosas que hoy no sólo hemos aceptado sino que forman parte inexcusable e ineludible de nuestro escenario vital.
“Es evidente que no se puede frenar el progreso tecnológico, ni abandonar la regulación” pero al mismo tiempo debemos desarrollar mayores niveles de adaptación social a este cambio. Y esto exige un elevado esfuerzo mental, cultural y económico por desarrollar nuevos métodos de formación y reciclaje. Debemos de hacer todo lo posible por incrementar la capacidad de aprendizaje continuo de los seres humanos. Lo que exige un liderazgo y una voluntad (empezando por la política) para convertir a este problema y a su –solución- en uno de los retos claves que hoy tenemos como especie.
Prosigue el articulista haciendo referencia a Eric Teller de Google “Hemos de saber cómo logramos cometer los errores en la mitad de tiempo y por la mitad de dinero” y a lo expresado por el poeta y ensayista Michel Houellebecq quien ha expuesto “que la vida empieza a los cincuenta, lástima que se acaba a los cuarenta”. Dos reflexiones que comparto y que sitúan tanto la dimensión social e individual del reto que tenemos que afrontar. Un reto que tenemos que afrontar contraponiendo datos que son de entrada contradictorios. El incremento constante de la velocidad tecnológica y la realidad también constatable del alargamiento de la vida humana.
Si no queremos –llegar tarde- o simplemente perder el tren de la innovación hemos de ser conscientes de que debemos adaptarnos (individual y socialmente) aunque lo hagamos desde una perspectiva crítica. Y ello exige, en definitiva, una actitud de aprendizaje permanente a lo largo de toda nuestra vida, y para ello ¡Debemos llegar a tiempo!
Nota Final: La imagen (referida a los procesos de transformación digital) es de The Valley. ¡Muchas gracias!.
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