Tomando en cuenta la suposición de que superemos positivamente todos los retos que se nos ponen por delante, cada vez cobra mayor sentido el análisis de las tipologías de trabajos/empleos que tendremos en este próximo futuro.
Y de ahí la necesidad de reflexionar sobre cuáles serán las competencias y habilidades que se demandarán en este contexto, que elaboro tomando la referencia de lo que puede ocurrir en tan sólo 5 años.
La primera es la profesionalización de toda la actividad laboral. Hasta las tareas más simples requerirán un elevado nivel de profesionalización, entendida como la posesión de conocimientos sólidos de las tareas necesarias para producir un producto o un servicio y disponer de competencias capaces de resolver los puntos críticos e incidencias de una actividad profesional. Vamos hacia una sociedad de profesionales con una fuerte exigencia en la implicación con la calidad final o el resultado de las tareas realizadas.
La segunda es la combinación de una amplia polivalencia que facilite la adaptación a las situaciones cambiantes que puedan derivarse de situaciones imprevistas e imprevisibles.
La tercera es la necesidad de actualización constante de los conocimientos y las competencias para no quedarnos desfasados ante los posibles cambios y transformaciones de la actividad económica.
La cuarta es la asunción del control de la evolución de la carrera profesional. En un entorno cambiante y flexible dejar nuestro futuro profesional en manos de terceros es arriesgado. Cada individuo ha de pilotar su vida profesional, con un buen conocimiento de sus capacidades e intereses, con un buen conocimiento de su entorno laboral y de su campo profesional, definiendo metas y objetivos y sabiendo provocar y aprovechar las oportunidades en el transcurso de su vida laboral.
Esos cuatro elementos esbozan un prototipo de la persona que será capaz de adaptarse a los cambios y aportar valor social y económico.
Es responsabilidad de todos, individuos, organizaciones e instituciones públicas poner las condiciones para que esta adaptación sea posible. Lo que comporta resolver el dilema sobre cómo generamos las condiciones para formar y entrenar a estas personas/trabajadores.
De ahí que sea necesario plantearse y encontrar las respuestas adecuadas a cuestiones como: ¿Cómo se reorganiza la oferta formativa, especialmente la formación profesional, para dotar a las personas de la polivalencia necesaria para adaptarse a éstos cambios?, ¿Cómo hacer que esta oferta formativa sea compatible con el desarrollo de las actividades profesionales? ¿Qué incentivos generamos para que las personas tengan interés y motivación en actualizar de forma permanente sus competencias profesionales?, ¿Cómo se regulan los tiempos necesarios para dedicar a la formación permanente? ¿Cómo se dota a los individuos de las capacidades para que puedan pilotar su vida profesional?, etc.
La respuestas que seamos capaces de dar socialmente a estas cuestiones son las que configurarán cómo han de ser los profesionales comprometidos con el futuro de nuestra especie.
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