Creo que existe un amplio consenso en nuestro país sobre la falta de eficiencia de nuestro mercado de trabajo.
Una eficiencia que no puede ni debe ser planteada sólo desde un punto de vista estrictamente económico sino también social.
La suma de diferentes causas (modelo económico, elementos culturales procedentes de nuestro pasado, planteamientos de los interlocutores sociales) han promovido una realidad en la que se han cronificado elementos que retroalimentan un modelo básicamente perverso. Una realidad que parece imposible de modificarse a pesar de haber sido analizada desde todos los puntos de vista. Una realidad en la que hay un elevado consenso en su análisis (entre otros elementos porque parte de datos estadísticos) frente a la que muchos parecen haber arrojado la toalla, y ante la que existen graves divergencias en los planteamientos y propuestas para su corrección.
El diagnóstico de que nuestro mercado de trabajo es poco eficiente es compartido por todos. Otra cosa es que exista consenso sobre cuál es la receta más adecuada para curar la enfermedad.
Respecto al diagnóstico, incluso con una perspectiva claramente gubernamental, sólo es necesario analizar el informe de la AIRFF sobre Politicas Activas Activas publicado en 2018 accesible en https://www.airef.es/wp-content/uploads/2019/06/Estudio3-PAE/P3.pdf y al que yo mismo me he referido en esta tribuna en repetidas ocasiones, por ejemplo en http://pauhortal.net/blog/airef-y-las-politicas-activas-de-empleo-un-informe-con-luces-y-sombras-y2/
Una situación, cuyos efectos es imposible describir mejor que como lo hace Rafael Doménech en la exposición que hace ante Comisión Parlamentaria del Congreso de los Diputados el pasado 05 de Junio. Una intervención accesible en https://www.youtube.com/watch?v=zhz0hhpnohg&ab_channel=KiokuTV y en el que en una de sus primeras frases formula los argumentos siguientes: “El funcionamiento ineficiente y poco equitativo del mercado de trabajo ha sido una debilidad crónica de la economía española durante las últimas cuatro décadas y, por lo tanto, una de las causas principales de la desigualdad y de la pérdida de bienestar respecto a otras economías más avanzadas”.
Creo que no es necesario recordar que llegamos a alcanzar (2013) un desempleo del 27%,y que nos hemos acostumbrado a convivir con niveles que en muchos casos son equivalentes al doble de la del resto de países de nuestro entorno, (a finales de 2019 nuestra tasa rondaba el 14%). Y mientras tanto mantenemos niveles de desempleo juvenil que pueden llegar a alcanzar en determinados momentos el 40%.
Las razones de estas evidencias se fundamentan en la falta de coherencia/concordancia entre la normativa, regulaciones y convenciones contractuales (básicamente pensadas para un tejido económico de gran empresa y nacidas en un entorno social y cultural no democrático) y la presencia de un tejido económico básicamente formado por Pymes. Vivimos atenazados por la suma de unos determinados elementos culturales y unos intereses corporativos que han hecho que mantengamos una regulación laboral que, comparada con la del resto de países de nuestro entorno, resulta ser más dual, segmentada y desigual (y por tanto más discriminatoria). A título de ejemplo sólo debemos de revisar las estadísticas sobre empleo temporal y analizar datos sobre trabajo femenino para constatar lo argumentado en este párrafo.
He aquí los argumentos expuestos por Doménech. Nuestra “regulación laboral, en comparación con la de otros países europeos más avanzados, es social y económicamente ineficiente y segmenta el mercado de trabajo, lo que genera desigualdad. Por un lado, se encuentran las empresas y los trabajadores cualificados, capaces de generar empleos indefinidos y productivos, para los cuales las barreras regulatorias no son una limitación efectiva relevante. Por otro, se sitúan numerosas microempresas con escaso potencial de crecimiento y trabajadores desempleados, temporales o en la economía sumergida, abocadas a emparejamientos poco productivos e inestables, que en un porcentaje relevante de la población activa (particularmente entre jóvenes con menor cualificación) son incluso insuficientes para cubrir el salario mínimo”
El resultado de la interacción entre los elementos descritos y la presencia de unas políticas activas poco eficientes son los que determinan “la tasa de desempleo, la de temporalidad, la economía sumergida y el desempleo de larga duración”
Y mientras tanto seguimos –tan anchos- cuando nos enfrentamos a los efectos del Covid19. Una crisis que en palabras de Doménech “vuelve a sacar a la luz algunas debilidades de la economía española y de su mercado de trabajo” y que nos obligan a poner en marcha medidas de protección tanto del tejido productivo como a establecer nuevas políticas de rentas para salvaguardar la paz social y a los colectivos más vulnerables. Unas medidas “totalmente necesarias, pero (que) están teniendo un importante coste presupuestario para las cuentas públicas, (y que) sin embargo no impedirán que la contracción de la economía española sea más intensa que la de otros países europeos y su recuperación previsiblemente más lenta”.
Respecto a cuál va a ser el impacto del covid19 en el mercado de trabajo, en un contexto además en el que sus efectos se suman a los generados por los derivados de la digitalización y robotización, creo de verdad que es muy pronto para hacer una definición certera. Lo que sí sabemos es que el impacto (que sin duda será el más relevante de los países de nuestro entorno como consecuencia de la prevalencia en nuestra economía de sectores como el turismo y el comercio) va a depender tanto de la duración de la pandemia pero también (y de ahí el interés de este análisis) de nuestra capacidad para incorporar elementos de eficiencia en la gestión de nuestro mercado de trabajo.
Nota final: Los contenidos de este post, al margen de las referencias específicas ya detalladas, están inspirados (aunque no tengan que ser necesariamente coincidentes) con los argumentos formulados por Rafael Doménech en la intervención ya mencionada y accesible en el link que figura en este post.
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