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Entre la aptitud para desarrollar una tarea y el hecho concreto de llevarla a cabo es necesaria la existencia de una voluntad (motivación) para pasar a la acción.

Esta voluntad es lo que denominamos motivación. Se trata, por tanto de la fuerza que nos impulsa a llevar a cabo un plan o acción determinada. Todos utilizamos un impulso motivacional para poner en marcha cualquier tipo de acción y evidentemente para conseguir resultados.

La motivación puede derivarse de impulsos internos (el deseo de triunfo, la satisfacción de conseguir lo que se desea, el interés en mostrar a los demás y a si mismo de lo que uno es capaz, etc) o externos, (como ejemplos la presión de:  un colega, la competencia, un jefe, del entorno personal). No obstante estoy convencido de que existen técnicas que nos permiten aprender a automotivarnos o como mínimo detectar las causas de la no motivación, con lo que podemos corregirlas.

Muchas veces detrás de un fracaso personal o profesional existe un problema de motivación. No se trata de una falta de cualidades o competencias, sino de una inadecuación entre las expectativas personales y el contenido del entorno. Esto resulta tan válido en los ámbitos personales como en los profesionales. La capacidad de “autoengaño” del ser humano es elevada. Conviene reducirla al mínimo.


A menudo el fracaso profesional es sólo la consecuencia, por otra parte muchas veces previsible, de la inadecuación entre persona y puesto, entre capacidades y requerimientos, entre expectativas y cultura.


Es evidente que en cada contexto debe estar la persona adecuada y cada profesional debe ser capaz de encontrar la tarea, contexto y organización en la que se sienta mejor, en el que se sienta realizado, en definitiva en el que el grado de motivación sea lo más elevado posible.

Las motivaciones ayudan a conseguir los resultados de una determinada labor pero también a encontrar nuevas vías de satisfacción personal. Como profesionales debemos ser capaces de conocer y detectar en cada momento y en cada situación cuáles son las “fuerzas” que nos impulsan y encontrar los medios y entornos en los que encontrar el escenario adecuado para la aplicación de esta fuerza o potencial.

El paso previo para aprender a usar la motivación es identificarla. Esta identificación no es sencilla y tan sólo puede realizarse a través de un proceso de reflexión que denominamos “autodiagnóstico profesional”. Un método sencillo pero a menudo de aplicación compleja. Aquí te detallo los pasos que conlleva:

-Paso 1: Listar todas las actividades que has desarrollado a lo largo de su trayectoria profesional.

-Paso 2: Reflexionar para cada tarea/función sobre aquello que te producía satisfacción o insatisfacción.

-Paso 3: Identificar todos los logros que conseguiste en cada una de las tareas desarrolladas.

Finalizado este proceso es el momento de extraer conclusiones. Aunque es posible que el resultado no te resulte novedoso. A pesar de que todos intuimos el resultado la aplicación del método te permitirá: conocerte mejor, destacar aquello que conviene “esconder”, e identificar lo que debes hacer visible. También te permitirá ser mucho más racional y objetivo en el análisis de sus motivaciones y de tu trayectoria profesional y tomar conciencia de como tus propias motivaciones se modifican con el transcurso del tiempo.

Recuerda que el conocimiento de nuestras motivaciones nos permite ser mucho más eficientes tanto en el proceso de escoger las acciones a desarrollar como en el de su realización. Paralelamente es vital para: conocer y encauzar tu futuro profesional, definir los pasos a dar en el seno de una determinada organización (dirigiendo tus esfuerzos hacia el interior o exterior de la misma), enfocar positivamente una acción de búsqueda o de desarrollo de un proyecto de autoempleo.