El pasado 15 de Julio Antón Costas escribió en La Vanguardia un artículo con algunas reflexiones sobre el proceso que vivimos en Catalunya.
El, en aquellos momentos, Presidente del Circulo de Economía en Barcelona hacía referencia en el artículo «un paso atrás» http://www.lavanguardia.com/opinion/articulos/20150715/54433919954/paso-atras-anton-costas.html a su temor “de que en Cataluña estemos abocados a vivir años, quizá décadas, de frustración y melancolía… que nos puede llevar, como país, a perder relevancia económica y capacidad de progreso”.
Transcurrido ya casi un año en el que han ocurrido muchas cosas creo que el análisis y los planteamientos formulados por Antón Costas son totalmente acertados aunque discrepe de sus conclusiones.
Como muchos de vosotros asisto atónito a lo que está ocurriendo en los últimos meses. Los hechos que estamos viviendo están, desde mi punto de vista, centrados tanto en la estrategia del Gobierno Central probablemente exitosa, (aunque totalmente discutible a medio y largo plazo), como en la que me atrevo a definir actitud de poca calidad, visión cortoplacista e interesada y falta de compromiso de la clase política “independentista”. También de una actitud estrictamente «oportunista» de los sectores antiguamente llamados de «izquierda».
No debemos de olvidar que lo que está ocurriendo en Catalunya tiene algunas particularidades específicas. Vamos a analizarlas:
La primera es que (frente a lo que se ha creído y afirmado en Madrid) el proceso no ha tenido origen en las mesas de la política sino que ha surgido del impulso de la sociedad civil. La segunda es que se trata de un proceso con un marcado carácter interclasista, tanto desde el punto de vista social como económico, impulsado por personas claramente moderadas, que pagan sus impuestos y que (utilizando un símil lanzado por Jordi Graupera) participan con normalidad en las reuniones de las APAs. La tercera es que pretende ser totalmente escrupulosa desde el punto de visto democrático.
Volviendo a las reflexiones con las que inicio el presente post las ideas y argumentos del análisis que se formulan en el artículo citado son impecables. En primer término la destrucción del sistema catalán de partidos que había funcionado de forma razonable como instrumento de cohesión y progreso. Creo que nada es inamovible y que esta destrucción no ha sido producida tanto por el propio proceso (como por otra parte se muestra en el conjunto del Estado) como por los propios actos de la clase política que (enfrentada a sus propias vergüenzas –en forma de corrupción-) no ha sabido adaptarse a las nuevas demandas sociales.
En segundo lugar la pérdida de poder económico augurando que vamos, probablemente, a entrar en un lento y paulatino declive. El riesgo existe pero también debemos tomar en consideración que sí hiciéramos las cosas bien podríamos ser capaces (en un situación de independencia) de aprovechar mejor las dos circunstancias que desde este punto de vista resultan anclajes muy relevantes para una futuro nuevo estatus de Catalunya: nuestra posición geoestratégica y la atracción de Barcelona como nuevo referente europeo.
En tercer lugar lo que denomina como “ensimismamiento social” y que le lleva a plantear la posibilidad de una vasquización de las relaciones personales en la sociedad catalana. A pesar de que, como todos hemos podido constatar empezando por los del propio Círculo de Economía, se está produciendo alguna paradojas similares a las ocurridas en el País Vasco no creo que exista un riesgo similar al vivido allí. La violencia no se asentará en Catalunya.
A partir de este análisis Antón propone dos opciones. “Seguir huyendo hacia delante, con los riesgos mencionados” o “dar un paso atrás”. Mientras que la primera esta fundamentalmente impulsada por los sentimientos sin tener base suficiente en la razón, la segunda (que es la que legítimamente propone) es la que “requiere mayor clarividencia política acerca de nuestros intereses a largo plazo, y la que necesita mayor coraje personal”. Dicho esto cuestiono estas conclusiones. Los costes de lo que he definido como “coitus interruptus” como en http://pauhortal.net/blog/por-que-he-cambiado-perque-he-canviat/ van a ser tan grandes que no deberíamos de dar «un paso atrás».
Existen muchas razones de todo tipo para que el proceso culmine. Es preferible tener la sensación de que lo hemos intentado, aunque finalmente el objetivo no se consiga, que ahora dar esta marcha atrás.
La clase política española debería de hacer posible que se celebrase el referendum, un referendum del que, de todas formas, muchos ya intuimos cuales serían, con toda probabilidad, los resultados. El riesgo de pérdida, la sensación de fracaso colectivo, etc serán muy diferentes (también las del resto de ciudadanos del Estado) si finalmente el proceso culmina de esta forma aunque el resultado del mismo sea desfavorable a la independencia.
Sin embargo soy consciente de que hay muchas posibilidades de que lo que propongo no sea posible y que un cierto conflicto o lo que muchos han denominado «choque de trenes» será inevitable. Un resultado que generará unos costes en términos de frustración colectiva que todos tendremos que asumir. Soy consciente que lo que propongo exigiría una voluntad política que probablemente hoy no tienen nuestros líderes.
Sin embargo estoy convencido (como por otra parte piensan 3 de cada 4 ciudadanos catalanes) que deberíamos de poder votar en un referéndum que cuente con todas las garantías. Lo contrario no será más que otro fracaso colectivo achacable a nuestra generación.
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