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Hace algunas semanas publiqué un primer post de esta serie en el que formulaba una serie de reflexiones en las que enlazaba los conceptos de «cisnes negros» con «gestión del empleo».

Y que finalizaba de la forma siguiente:

“Mirando hacia el futuro, la gestión del empleo no puede seguir basándose en la expectativa de una normalidad inmutable” No existe hoy el concepto de normalidad en el empleo. El empleo/trabajo evoluciona mientras los cisnes negros nos recuerdan que la estabilidad es, en muchos casos, una ilusión temporal.

A nivel social debemos integrar el cambio como una variable constante en nuestras estrategias. “Esto implica fomentar la cultura de la resiliencia, promover la diversificación de habilidades, el desarrollo profesional de los trabajadores y desarrollar mecanismos de respuesta rápida ante las crisis” Me olvide de señalar, no se si de forma premeditada,  que tampoco debíamos de aceptar los cisnes negros derivados de una gestión que, lamentablemente, resulta ser poco transparente y esconde la realidad.

“La clave no está en aferrarse al pasado y a las respuestas que han funcionado adecuadamente en él sino en desarrollar la capacidad de adaptación ante lo inesperado. Los que logren abrazar la incertidumbre son los que van a estar mejor preparados para afrontar el futuro con éxito”

Por ello deberíamos de tomar en cuenta que, aún en una situación muy favorable en términos cuantitativos, en materia de empleo deberíamos de tomar consciencia de las realidades que se derivan de algunas de las evidencias que vivimos hoy:

  • Un 12% de las personas disponen de ingresos salariales que les sitúan en el umbral de la pobreza.
  • 1 de cada 4 españoles (25%) se encuentra en riesgo de exclusión social.
  • Seguimos liderando los ratios de la UE en cuanto al desempleo juvenil y en el de los mayores de 50 años,

Y las últimas que resultan ser la mejor expresión de una realidad que nos lleva al autoengaño:

  • Cada día se resuelven más de 2000 contratos por no superar el periodo de prueba.
  • En 2023 más del 50% de los contratos indefinidos tuvieron una duración inferior a un año.

En otras palabras, hemos rebautizado el contrato temporal, nos estamos autoengañando con el descenso radical de su porcentaje, y nos olvidamos que ahora adquiere el nombre de fijo discontinuo.

PD… Los datos que figuran en este post se han obtenido de los análisis que sobre el mercado de trabajo realizan FEDEA y el BBVA