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He escrito en reiteradas ocasiones sobre el concepto de motivación. Hoy pretendo reflexionar sobre algunas de las claves para que ésta exista:

La motivación nace de tener un propósito.

La motivación no depende especialmente de lo que pensamos o sentimos. Tendemos a sobrevalorar la influencia de nuestras emociones y pensamientos en nuestra motivación, en nuestras conductas. Que finalmente hagamos algo en un momento dado depende mucho de las experiencias pasadas y de sus resultados. La motivación futura generalmente se va asentando en los hábitos de una manera no consciente y se moldea en contacto con las contingencias educativas, familiares y sociales en general. Pero en todo caso tener un propósito es un elemento clave para reforzar la motivación.

Una persona que no se propone objetivos o metas profesionales, por definición, es una persona desmotivada, y a menudo, desanimada. Disfrutaremos más más y nos sentiremos más implicados (en cualquier actividad humana) si nos marcamos objetivos concretos. Lo conseguimos porqué nos lo proponemos. Más y mejor planificación implica más y mejor motivación.

La motivación depende del contexto.

Las personas aplicamos nuestras habilidades de forma variable según el contexto y la situación en las que haya que ponerlas en juego. El talento sale a relucir o no en función de la motivación relacionada con cada contexto. La mayor parte de las personas ya saben lo que tienen que hacer, lo que pasa es que no lo hacen, no al menos en todas las situaciones. Y siendo más específicos, lo hacen en unos contextos y no en otros porque así han sido sus experiencias anteriores.

Seguro que te concentras mejor en el trabajo o en tu casa, o viceversa, porque es diferente cómo organizas cada contexto, lo que obtienes en cada uno y los hábitos que se generan. Las personas no estamos motivadas en general, sino que nuestra motivación es contextual, temporal y específica, relacionada con una actividad en un tiempo y en una situación concreta.

A veces hay que confiar en que la motivación llegará después, Planificar y agendar tareas es planificar también la posibilidad de que surja la motivación.

Hemos de aceptar que no vamos a estar siempre con una elevada motivación. Si esperamos a estar increíblemente motivado para pasar a la acción estaremos poniéndonos mucha presión. Generalmente, cuando uno se ocupa activamente, el interés y la pasión surgen de la propia actividad. De la inactividad no podemos esperar más que inactividad.

La motivación no es lo que harías, es lo que haces.

En contextos sociales hay más posibilidades de que nuestras intenciones declaradas no tengan que ver con nuestra motivación real,

En un contexto de cambio de año o de estación (por ejemplo, tras el verano) millones de personas deciden de repente cambiar o mejorar sus vidas, pero lo hacen influidas por la costumbre y no por el autoconocimiento de sus verdaderos intereses personales o profesionales, y sin usar métodos de planificación y retroalimentación que aseguren el éxito de esas intenciones.

No busquemos la motivación en condicional, ni dediquemos tiempo a lo deberíamos de hacer. Es más fácil encontrar nuestros intereses en aquello que hacemos de forma cotidiana. ¿Queremos incrementar nuestra motivación? Para ello debemos descubrir lo que nos gusta hacer de lo que ya estamos haciendo y decidir profundizar en ello. No malgastemos el tiempo esperando a que surja la motivación; organicémonos en torno a lo que nos apasiona y pongámonos a ello. Tarde o temprano recibiremos las respuestas adecuadas.

La motivación no debe convertirse en una obsesión.

¿Por qué nos preguntamos tanto sobre la motivación? La motivación es algo que se tiene o no se tiene. Si no estás motivado, ¿por qué preocuparte? Si no estás motivado es porque no te importa lo suficiente para actuar. Si no estás motivado para actuar, ¿por qué preocuparte? Es preferible aceptar quién eres y seguir así en vez de angustiarse.

Demasiadas personas están siempre pensando en dar giros totales a sus vidas, fantaseando con grandes cambios, lo que generalmente les impide disfrutar de las ventajas de sus ocupaciones y sus relaciones actuales, y no les deja concentrarse en sus pequeñas pasiones e intereses cotidianos cuyo desarrollo produciría gradualmente los verdaderos cambios. Podría decirse que deseando las cosas inciertas perdemos las ciertas.

La motivación sale “de dentro” pero antes vino “de fuera”.

¿La motivación está dentro o está fuera? El manido debate motivación intrínseca o interna, y motivación extrínseca o externa parece no tener mucho sentido.

Los empleadores dicen que prefieren a los trabajadores que ya vienen motivados de casa y con la sonrisa puesta. Pero esas personas adquirieron esa motivación laboral que les sale de dentro de forma natural gracias a experiencias profesionales y personales que tuvieron en el pasado en otras empresas o entorno laborales.

Pero no se le puede pedir a nadie que saque su “motivación interna” si no la tiene. si nunca llegó a entrar. Las organizaciones y los centros educativos son los responsables de crear las condiciones apropiadas que estimulen la generación de esa motivación para que cada uno la interiorice de forma idiosincrásica.

También todos nosotros podemos cambiar nuestra motivación e introducir en la botellita de forma gradual el barquito que más nos interesa. ¿Cómo? La idea es fácil, aunque conlleva tiempo, planificación y esfuerzo. Como todo lo bueno. 😉 Si queremos seguir motivados para conseguir determinados objetivos debemos organizarnos para incrementar la probabilidad de conseguirlos.

La motivación es idiosincrática: 

Lo que motiva a una persona es… lo que motiva a esa persona en un momento dado, en un contexto determinado y en unas condiciones personales específicas. Muchos expertos que se declaran humanistas aceptan con comodidad las teorías de la motivación rígidas y parciales con tópicos y lugares comunes que animan cualquier conversación de café.

Otros generalizan afirmando, por ejemplo, que “los incentivos económicos son motivadores poco importantes cuando se trata de comportamientos complejos”. Es un ejercicio de simpleza intentan identificar el reconocimiento o los motivadores sociales con palmaditas en la espalda y halagos burdos; o muestran su mejor retórica cuando dicen que “la verdadera motivación está en el interior” aunque luego todas sus recetas para que aflore sean medidas externas e instrumentalistas. ¿Realmente hay conocimiento científico suficiente que avale tanto brindis al sol sobre cómo funciona la motivación?

Al menos seamos coherentes con esos principios humanistas y aceptemos que la motivación es idiosincrásica y única, que depende en gran parte de las experiencias previas de cada individuo, que conformaron sus intereses y sus motivadores, y de sus necesidades, situación y alternativas actuales.

Si no estamos satisfechos pero no estamos dispuestos a hacer nada para remediarlo, es probable que no seamos tan infelices como creemos o nos sentimos. Dejemos de preocuparnos por lo que deberíamos de estar haciendo, pero para las que no tenemos motivación suficiente y centrémonos en las que ya estamos haciendo.