Deberíamos tener una reflexión social sobre la relación entre competencias, tecnología y mercado de trabajo.
Las competencias o habilidades blandas, generalmente contrapuestas a las llamadas habilidades técnicas, son enormemente importantes, pero esa importancia se ve en gran medida moderada por la estructura de los mercados de trabajo. Hay entornos o mercados de trabajo en la que aquellas tienen una enorme valoración, y que nos podíamos encontrar con entornos en los que éstas adquirían un elevado valor. A titulo de ejemplo se valora muy positivamente el hecho de que un candidato hubiese invertido o esfuerzos en hacer el Camino de Santiago o dando una vuelta al mundo. En otros entornos, como el nuestro, este tipo de acciones no aportaban, genéricamente, mucho valor.
Lógicamente, las competencias blandas se han considerado como un plus. Un proceso tiene dos fases: primero identificamos y filtramos a los candidatos que poseen las habilidades técnicas, la experiencia o la formación que requerimos. Después analizamos y medimos sus competencias blandas para la elección final. En este sentido, y viniendo como venimos de un momento de extremo dinamismo en el desarrollo de la tecnología, ha sido muy habitual considerar de manera prácticamente exclusiva las habilidades técnicas y poner las soft skills en un relativo segundo plano.
Como casi siempre en muchas de las acciones y actividades humanos aplicamos la regla del péndulo: Seguimos interesados en analizar las competencias técnicas y/o tecnológicas de los candidatos pero como hoy las personas las acreditan (incluso en determinados en exceso) y además estas cambian muy rápidamente (lo que sabemos se convierte en obsoleto mañana) las organizaciones empiezan a interesarse por las habilidades más duraderas, más propias de la persona. Las competencias blandas terminan siendo los factores diferenciales.
Por otro lado, muchas profesiones que tienen que ver con el uso del lenguaje, en pleno momento álgido del desarrollo de los algoritmos generativos capaces de manejar el lenguaje humano con suma precisión, pueden verse amenazadas o modificadas. El fenómeno es muy distinto en mercados como Corea del Sur, en donde escasea la mano de obra poco cualificada y hay comparativamente muy poca inmigración no cualificada que la lleve a cabo, por lo que los desarrollos de la robótica y la inteligencia artificial se han dirigido mucho al desarrollo de mecanismos capaces de desarrollar el rol de camarero o dependiente, puestos para los que no disponen de candidatos adecuados, más que a otros roles que pueden suponer o bien acciones más mecánicas o generalmente menos creativas.
Las habilidades blandas son hoy (no sabemos lo que va a ocurrir en el futuro) claramente humanas. Es indudable que no existen todavía algoritmos que las gestionen. Aunque, en la práctica, si lo que hace un algoritmo es analizar datos etiquetados con sus resultados para deducir las reglas que los gobiernan, estas terminaran también pudiendo ser modelizadas y por tanto pudiendo ser gestionados por la Inteligencia Artificial.
La gran cuestión reside en si debemos de promover acciones para que este proceso se ralentice o se desarrolle sin ningún tipo de limitación. Nótese que es en este punto adquieren gran relevancia los aspectos relativos al control social que puede ponerse en marcha gracias a éstas herramientas.
PD: Las presentes reflexiones están basadas en las que Enrique Dans formula en el post “las soft skills, el mercado y la tecnología” accesible en el link Las soft skills, el mercado y la tecnología » Enrique Dans
Deja tu comentario