Tiempo de lectura: 3 minutos

Hasta hace algún tiempo era normal escuchar a muchos directivos que “la competencia más valiosa es la lealtad”. Sin entrar en detalles de si ésta es una “competencia”, un “valor” o una “actitud”, aunque yo me inclinaría por la tercera de las opciones parece razonable profundizar sobre las relaciones entre lealtad, talento y empleabilidad.

Lo que las organizaciones precisan hoy son profesionales en los que el compromiso con la tarea, con la meta, y la lealtad a sí mismo, a sus propios valores, convivan y además estén alineados con los objetivos corporativos. Necesitamos profesionales comprometidos consigo mismos y que sientan satisfacción por el logro.

Este proceso demanda un replanteamiento de las estrategias y políticas de RRHH. Y comportan que la gestión dirigida a la atracción y retención del talento, (un elemento que cada vez más incrementa su transcendencia) esté complementada por acciones corporativas que tomen en cuenta las necesidades de las personas. Y ello en un entorno en que estamos construyendo nuevos paradigmas en los que ambas partes tienen que estar comprometidas en el desarrollo de la empleabilidad individual.

Generar redes de confianza basadas en el respeto mutuo, procurar visiones compartidas, crear y mantener estructuras cada vez más planas, estrategias de comunicación basadas en la transparencia y la franqueza son líneas programáticas que son inherentes a este nuevo compromiso compartido en el que la lealtad tiene que estar compensado por el desarrollo de la empleabilidad. Y todo ello en un entorno en el que los empleados tienen conocimiento y acceso a la estrategia global de las organizaciones y en concreto tengan una capacidad de respuesta a las preguntas del “porqué” y del “para que” y tienen la posibilidad de desarrollar de construirse espacios para equilibrar vida personal y laboral.

Todo ello ha de implicar la posibilidad de desarrollar entornos en los que las organizaciones renuncien a la búsqueda de las adhesiones incondicionales y sustituirlas por generar sentimientos de pertenencia y de adhesión a los principios y valores comunes. Unos sentimientos voluntarios, elegidos conscientes y sentidos.

En el actual contexto las organizaciones deben de tomar consciencia de que las personas ya han asimilado el criterio conceptual de que el concepto de “un trabajo para toda la vida”, “una función para toda la vida” y “un sueldo en constante crecimiento”. Las trayectorias profesionales, y nuestros jóvenes talentos son perfectamente conscientes de ello, son y serán en el futuro rutas no lineales ni previsibles integradas por diversos proyectos y donde las discontinuidades pasarán a ser uno más de los elementos de esta nueva normalidad.

Ello comporta que los profesionales sean plenamente conscientes de que deben de gestionar sus carreras de forma totalmente proactiva, en lugar de esperar respuestas por parte de las organizaciones de las que forman parte. El talento hoy va unido a actitudes proactivas que han asimilado consciente la eventualidad del cambio,

El binomio lealtad/responsabilidad se ha transformado. Los profesionales deben de convertirse en emprendedores que gestionan sus propias capacidades, motivaciones y talentos, aunque puedan y deban demandar apoyo de las organizaciones en las que estén vinculados para tener éxito en esta tarea. Si asumen de forma proactiva la responsabilidad y la gestión activa de su carrera profesional, se sentirán mucho más comprometidos y motivados a aportar valor al entorno en el que ésta se desarrolla, con lo que esto supone para las organizaciones en los que desarrolla sus actividades. Paralelamente esta actitud les ha de permitir aportar mayor valor y superar mejor los retos y avatares que les depare el destino. En otras palabras, les permitirá concentrarse en obtener los mejores resultados posibles en su rol actual y mantener su empleabilidad cara al futuro.

Para lograr este objetivo los profesionales han de ser conscientes que este compromiso con su rol actual no es incompatible con mantener una actitud también proactiva ante el entorno externo al de la organización a la que esté vinculado. Lo que supone no olvidarse de la necesidad de mantener y cuidar una red de contactos que ha ido generando durante su vida profesional (más allá de que sean inmediatamente útiles para el proyecto actual) que en un futuro puede serle de utilidad.