Al finalizar el primero de los post de esta serie planteaba cómo, a menudo, en las Administraciones Públicas se ponen en marcha acciones con sentido pero que terminan convirtiéndose en perversas como consecuencia de los criterios con los que finalmente se llevan a cabo.
La pandemia, que fue abordada por todos con una resiliencia extraordinaria conllevó la implantación de un modelo de relación entre el Sector Público y los ciudadanos basado en la cita previa. Hoy todos tenemos la sensación de que la atención ciudadana ha claramente empeorado. El acelerado proceso de digitalización de los trámites administrativos y un formato de cita previa claramente perverso, ha dejado literalmente en la estacada a una parte muy significativa de la sociedad.
No deberíamos de aceptar que a nuestros líderes políticos les haya pasado desapercibida la vulnerabilidad de la Administración en un momento crítico con el inicio de un espectacular relevo intergeneracional. Durante los próximos años aproximadamente el 30% de los empleados públicos accederán a la jubilación. Lo que sería una oportunidad para atraer talento joven, bien preparado y digitalizado puede convertirse en una catástrofe de enormes proporciones por falta de voluntad, atrevimiento y planificación. Adentrase en un relevo intergeneracional de estas proporciones sin plantearse cambiar las reglas del juego de la función pública puede llegar a ser la crónica de una muerte anunciada.
Por otra parte estamos asistiendo a una maximización de los derechos de los empleados públicos, que pueden ser incluso considerados como privilegios, (régimen horario, días de asuntos propios, laxitud y cierto descontrol con el teletrabajo, etcétera), frente a los que tienen el resto de trabajadores. Una Administración sin estrategia de futuro y sin liderazgo político cae irremediablemente en vicios (capturas sindicales y corporativas) ajenas al bien común y al interés general. El resultado es una paradoja: a pesar de trabajar en un contexto de gran confort laboral, los empleados públicos están en su mayoría desmotivados, ya que además sufren más que nunca para poder dar respuesta a las demandas ciudadanas, ya que los cuellos de botella organizativos son insuperables por una falta de actualización y modernización de los procesos burocráticos
Este diagnóstico tan negativo reclama medidas urgentes si lo que pretendemos es intentar evitar el hundimiento de nuestras administraciones y, por tanto, de los servicios públicos del país. El momento político no resulta ser el más apropiado y la agenda es ciertamente complicada. Para resolver este colapso deberíamos de implementar medidas como:.
- Redimensionar de forma urgente a los recursos disponibles para destinarlos a los ámbitos de gestión más críticos y deficitarios que interaccionan con los ciudadanos. Esto implicaría dejar en suspenso durante un tiempo la regulación formal e informal del empleo público para poder gestionar con la flexibilidad necesaria que reclama la grave situación actual.
- Redefinir los perfiles profesionales que reclama una Administración moderna y con un elevado músculo tecnológico: deben desaparecer anticuados perfiles profesionales y emerger nuevos roles profesionales en consonancia con la nueva organización del trabajo digital, inteligente, multidisciplinar y colaborativa.
- Redefinir el sistema de atención directa al ciudadano mediante un sistema híbrido de carácter digital mucho más amable, accesible y sencillo y reinventar la atención presencial y personal.
- Modificar los criterios que definen los procesos de selección para que no se limiten a exigir solo conocimientos memorísticos y se abran de manera rotunda a evaluar competencias profesionales. Un nuevo sistema de selección más acorde con las nuevas exigencias laborales y mucho más atractivo para atraer al talento joven.
- Transformar el modelo de gestión abriéndolo a una gestión de la información mucho más madura y diseñar un sistema de gobernanza de datos como paso ineludible para una incorporación correcta y fluida de la inteligencia artificial. La Administración debe apostar por la Inteligencia Institucional como paso previo a la absorción de la inteligencia artificial.
Si no atendemos al menos estos cinco retos, el hundimiento definitivo de la Administración puede ser inevitable y las consecuencias sociales desastrosas. El mercado va a ser impotente para amortiguar el hundimiento de los servicios públicos. Sirva de ejemplo la saturación de los servicios médicos prestados por las mutuas privadas. Cuando se hunden los servicios públicos, se colapsan los privados.
Estas reflexiones se han basado en las que Carles Ramió formula en un excelente artículo publicado en EL PAIS y accesible en El hundimiento de la Administración | Opinión | EL PAÍS (elpais.com)
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