Estos son los datos. Al margen de la cifra de 3 millones de desempleados, lo que resulta más significativo es que 1 de cada 2 de las personas en esta situación tienen la condición de desempleados de larga duración.
También debería de preocuparnos y ocuparnos la incidencia del desempleo juvenil.
Una situación que es una responsabilidad compartida y que no podemos imputar únicamente a los/las responsables del Ministerio de Trabajo ya que éstos/as no son los/las únicos/as responsables de la situación. Recordemos que uno de los principios básicos a que hay que atenerse es que ni desde el departamento/ministerio de trabajo ni desde la legislación se crea empleo. El “problema del empleo” en nuestro país es consecuencia tanto de nuestra estructura económica, como de la presencia de unos determinados hábitos culturales y de gestión no adecuados pero que están muy consolidados socialmente.
Recordemos que hace 15 años llegamos a tener una cifra superior a los 4M de desempleados y que, a pesar de la reducción numérica, seguimos manteniéndonos como líderes del ranking europeo en esa materia. Y lo peor nos hemos acostumbrado a convivir con esta realidad. Y que, aunque hay un cierto acuerdo global sobre el diagnóstico, (compartido por todas las fuerzas políticas y los interlocutores sociales) el desacuerdo sobre las medicinas a aplicar es muy relevante. Mientras tanto nos dedicamos a: desarrollar determinadas contabilidades creativas que lo minimicen, traspasar la responsabilidad a terceros (coyunturas internacionales, nuevas tecnologías etc), plantear su resolución en el nuevo semestre/año y finalmente adoptar algunas medidas cosméticas pero que no están dirigidas a atacar la raíz de los problemas. A título de ejemplo el debate producido en los últimos años sobre el control horario y el actual sobre la reducción del tiempo de trabajo,
Desde esta tribuna me permito abogar por olvidarnos de los cambios normativos, y por concentrarnos en el análisis y el planteamiento de algunas soluciones/dinámicas dirigidas a introducir mejoras en la gestión y que puedan implementarse al amparo de las normas ya existentes. Desde las relativas a la gestión de las prejubilaciones, los despidos colectivos, el tratamiento de las nuevas formas de prestación laboral a las que se derivan de los criterios que define la nueva Ley de Empleo en materia de gestión de las políticas activas.
Deberíamos buscar soluciones partiendo de lo que ya tenemos y tomar en cuenta la relevancia del diálogo social en la concreción de las dinámicas laborales. Debemos aprovechar las oportunidades que hoy tenemos a nuestro alcance para consolidar las reglas de juego, reducir la burocracia, y acercar la toma de decisiones al seno de las empresas/organizaciones. No se trata de atacar ni modificar los derechos constitucionales, ni de cuestionar las mejoras que se han puesto en marcha en materia de discriminación laboral, se trata simplemente de interpretarlas y aplicarlas de forma más adecuada para la realidad en la que estamos viviendo.
Es urgente que nos concentremos en promover los cambios culturales y en los hábitos de gestión que nos faciliten la adaptación a las nuevas realidades. Unas dinámicas que deberían de centrarse en aspectos como la educación reglada y profesional, la formación y la gestión del empleo, las nuevas formas de prestación laboral y las dinámicas entre prestaciones contributivas y asistenciales. Estos son desde mi punto de vista los elementos relevantes y que condicionarán nuestra capacidad de respuesta a los nuevos retos sociales y que nos han de permitirían afrontar con más rigor y posibilidades de éxito el problema que supone el incremento de la exclusión y la desigualdad social.
Porque 3M y 1 de cada 2 son datos que finalmente muestran la falta de equidad de nuestra sociedad. Si queremos crear una sociedad mejor deberíamos preocuparnos de este problema y por ello plantearnos y hacer las cosas de manera diferente.
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