Terminaba el primero de los post de esta serie haciendo mención a la necesidad de provocar cambios en las instituciones educativas para que éstas se centren en desarrollar las actividades de formación, aprendizaje y mentoring que los nuevos profesionales precisan para mantener y desarrollar su empleabilidad.
En el post citado destacaba como las nuevas realidades exigen también cambios radicales en las dinámicas internas de las organizaciones que no van a poder desarrollar por sí mismas. El tiempo de la colaboración real entre el mundo de la «formación» y el de la «organización» ha llegado y no sólo en los ámbitos de la formación profesional. Y supone tener que replantear los modelos organizativos para transformar a las organizaciones en las aulas del futuro. Necesitamos crear nuevas instituciones educativas partiendo evidentemente de los recursos que hoy ya disponemos en las estructuras existentes.
Respecto a las habilidades a desarrollar por estas «nuevas instituciones educativas» estas deben de estar dirigidas a facilitar e incrementar el nivel de empleabilidad de las personas.
Lo que supone, al margen de hacer previsiones constantes sobre las necesidades futuras, encontrar el equilibrio entre las habilidades/competencias de carácter soft y las operativas. Desde comienzos de los años 2000 todos hablábamos de la necesidad de desarrollo de las habilidades que se conocen con el término STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). Posteriormente surgió la idea de que, si va a haber tanta automatización, lo que se necesitamos era el desarrollo de las habilidades SOFT. Pero parece que, por lo menos a corto plazo, el futuro pasa por encontrar el punto intermedio entre ambas.
La pregunta es la de ¿Cómo ha de ser el ecosistema de la formación y el aprendizaje en el futuro? Un profesional de 45, 55 (y también de 65 años) que desee seguir siendo empleable necesitará tener una visión objetiva de sus propias capacidades y competencias para saber dónde puede o quiere llegar, conocer son las necesidades y oportunidades que le ofrece el mercado, y, por último, ser consciente de las carencias que necesita abordar y cómo hacerlo. Requerirá, además, de servicios de apoyo y mentoring que le ayude a gestionar este proceso. de entornos organizativos dispuestos a ayudarle a realizar este camino y de un entorno de protección social favorable.
El futuro pasa, por tanto, por construir experiencias de aprendizaje aplicadas y de corta duración a desarrollar de forma continuada a lo largo de una trayectoria laboral que, recordemos, no será lineal y que se verá impactada por cambios constantes.
Un proceso que exigirá cambios radicales en la mentalidad de los nuevos profesionales y adaptarse de verdad a un contexto en el que las personas van a tener que intercalar constantes actividades formativas dentro de su vida profesional.
En este contexto el objetivo de todo proceso formativo no es otro que ayudar a los participantes a comprender mejor el mundo en el que van a tener que moverse con mayores niveles de agilidad. Y claro, el mundo no cabe en un aula. Tienes que experimentarlo. Y para ello es necesario que todo proceso formativo preste la atención adecuada al cumplimiento de 3 objetivos: (1) Desarrollar el autoconocimiento, (2) Mejorar las capacidades y competencias para trabajar o relacionarse con otros, (3) Desarrollar la motivación por el aprendizaje permanente.
(1) Conocerse a uno mismo:
El autoconocimiento es la tarea más compleja a la que nos enfrentamos ya que no termina nunca. Tu cerebro (hardware) y tu mente (software) son tus principales herramientas. Como bien sabemos los profesionales que hemos trabajado en el ámbito de la Orientación Profesional el nivel de autoconocimiento y la no presencia de la facultad de autoengaño es uno de los elementos claves para gestionar acertadamente una situación de cambio profesional no deseada.
Hemos de ser conscientes que el aprendizaje sucede desde dentro hacia fuera y no al revés. Lo más importante en la educación no es el profesor igual que lo más importante en la salud no es el médico. La clave es la persona. Solo podemos contribuir a la educación de una persona si somos capaces de despertar su curiosidad, de encontrar sus intereses. Todo proceso de aprendizaje debería de conllevar necesariamente el análisis de cuestiones como: Quién soy, cómo soy y porque soy como soy, en qué creo, quién y qué quiero ser o hacer de mi vida y por qué, hasta donde estoy dispuesto a llegar, etc
(2) Relacionarse y trabajar con los otros:
Gestionar la relación con terceros tiene como objetivo principal colaborar. Colaborar consiste en ayudar y pedir ayuda, se basa en compartir lo más valioso que tenemos: nuestro conocimiento. Se trata de recuperar la comunidad, de transitar de la sobrevalorada inteligencia individual a la colectiva.
Hemos de ser conscientes que hoy no podemos resolver los problemas con los que nos enfrentamos de forma individual. Y ello por dos razones: (1) su grado de complejidad, (2) la velocidad del cambio. En resumen, todos necesitamos de todos, nadie se puede valer por sí mismo y para ello, es imprescindible establecer y mimar las relaciones con los demás. Las principales capacidades para administrar el mapa de relaciones tienen al lenguaje como vehículo: comunicar, negociar, resolver conflictos, influir, aceptar las ideas de otros y renunciar a las tuyas, reconocer, empatizar… Y en la base, para desplegar dichas capacidades, encontramos a las habilidades: hablar, escuchar, leer, escribir, preguntar.
Estas habilidades van a tener en el futuro el mismo nivel de análisis o razonamiento. No es casualidad que las principales organizaciones y los más relevantes gurus señalen a la empatía como la competencia y/o habilidad clave para el próximo futuro.
(3) Motivación y compromiso por el aprendizaje permanente:
Si aceptamos que mundo cambia continuamente, entonces ningún aula puede prepararnos para siempre. El aprendizaje a lo largo de la vida se convierte en nuestra prioridad. Es cuando menos contradictorio pedir a los alumnos que aprendan, pero no enseñarles estrategias sobre cómo aprender y dominar ese proceso. Afortunadamente, todos somos expertos en aprendizaje: los seres humanos fuimos diseñados para aprender, aunque la educación ha traicionado esa inclinación natural imponiendo un modelo artificial. Aprender es sinónimo de transmitir conocimiento que ya existe a través del entrenamiento y mediante cursos.
Pero para un mundo cambiante que devora conocimiento, el aprendizaje que necesitamos consiste en crear nuevo conocimiento que surge de enfrentar problemas inesperados e imprevisibles. Aprender exige reconocer que el protagonista es el que aprende. El aprendizaje es una experiencia personal que exige un compromiso personal en el propio desarrollo.
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